¿Estrés o Ansiedad?
Las(os) psicólogas(os) a menudo nos encontramos hablando en consulta sobre estos dos términos. Vienen a vernos buscando ayuda nombrando lo que les sucede como estrés o ansiedad indistintamente.
En este Tip voy a explicarte las diferencias más básicas y a grandes rasgos entre estos dos conceptos.
¡Vamos allá!
Cuando tu cerebro percibe una situación como un reto o como una amenaza, produce una respuesta de activación fisiológica y psicológica en tu cuerpo para hacer frente a esa situación.
Esta respuesta es el Estrés.
Por ejemplo: imagínate que tienes una entrevista de trabajo. En ese momento (incluso los días previos), tu cerebro percibirá esta situación como un reto/amenaza así que activará fisiológica y psicológicamente a tu cuerpo para darte más recursos para que lo hagas mejor. Sí, esos nervios y agitación interna lo que hacen es que tu energía se movilice para que estés motivada(o), más atenta(o), que seas cognitivamente más rápida(o), etc.
Ahora imagínate que vas a esa entrevista tan relajada(o) como cuando estás en el sofá viendo una peli casi a punto de dormirte. ¿Qué sucedería? Pues que en la entrevista te costaría entender las preguntas más difíciles, te olvidarías de decir cosas, contestarías mucho más lenta(o), estarías baja(o) de reflejos, etc.
¿Ves para qué sirve el estrés?
Pero como en la vida, “todo en exceso es malo”. Y un exceso de activación fisiológica y psicológica, también.
Aquí aparece la distinción entre EUSTRÉS y DISTRÉS.
¿La conoces?
Dependiendo del nivel de activación del organismo, de la intensidad y la duración, podemos hablar de dos tipos de estrés:

- EUSTRÉS: es el nivel de activación de tu organismo óptimo y necesario para llevar a cabo tus actividades cotidianas (levantarte, prepararte para ir al trabajo, hacer tus tareas…) y, sobre todo, aquellas que requieren de una respuesta más intensa o inmediata (por ejemplo, esa entrevista que hemos visto antes).
- DISTRÉS: es el nivel de activación de tu organismo (a nivel físico y psicológico) excesivo o inadecuado respecto a la situación que estás viviendo. Es decir, cuando la situación que estoy viviendo la percibo como imposible de superar, se genera un nivel de activación excesivo. Imagínate una sobrecarga de trabajo muy grande sin descanso o una situación de enfermedad de un familiar que moviliza a toda la familia y genera mucha preocupación, por ejemplo.

Es importante ser consciente de que el distrés sostenido en el tiempo (durante meses o años) puede dar lugar a lo que se conoce como «estrés crónico», el cual puede llegar a agotar los recursos de una persona, pudiendo llegar a desencadenar problemas mayores.
Así pues, ya hemos visto que, en pequeñas dosis, el estrés puede ser beneficioso, motivándonos y ayudándonos a enfrentar los desafíos. Sin embargo, cuando se vuelve crónico, puede tener efectos perjudiciales en nuestra salud física y mental.
¿Y qué diferencia hay con la ansiedad? Te preguntarás.
Pues bien, la ansiedad es un sentimiento de malestar que proviene del miedo y que se experimenta cuando se percibe una situación futura cómo excesivamente incierta o negativa. Cómo este sentimiento también genera la activación fisiológica y psicológica para buscar recursos para solventar la situación, es por eso por lo que se puede confundir con el estrés.
Una de las grandes diferencias, es que muchas veces la ansiedad no está vinculada a una situación real del presente o una causa específica, mientras que el estrés generalmente tiene una causa activa en el presente.

La ansiedad, cómo el estrés, puede ser adaptativa o desadaptativa. Un punto de ansiedad en un momento de reto personal te impulsa a la acción y te hace minimizar riesgos. Pero si la valoración que haces de tu futuro es catastrófica y fatalista, entonces esa ansiedad te paraliza.
Por eso a mí (simplificando mucho) me gusta explicárselo a mis pacientes como que “el estrés es un exceso de presente y la ansiedad un exceso de futuro”. ¿Puedes deducir qué sería la depresión?
Volvamos al ejemplo de la entrevista de trabajo:
Si yo cuando salgo de la entrevista me digo: “bueno, ya está, esto me ha salido mejor y esto peor, pero ahora ya está hecho y a ver qué pasa” y sigo con la vida, el estrés volverá a su nivel óptimo. En cambio, si salgo y me pongo a pensar en bucle todo aquello que podría haber hecho mejor y me digo que jamás encontraré un trabajo, me quedaré con ese distrés activo y se quedarán conviviendo juntamente con la ansiedad. ¿Ves la diferencia?
Es importante recalcar que el estrés y la ansiedad pueden coexistir y alimentarse mutuamente. El estrés crónico puede desencadenar la ansiedad, y la ansiedad prolongada puede exacerbar los niveles de estrés. Por lo tanto, es fundamental trabajar ambas condiciones de manera integral para evitar complicaciones a largo plazo.
Recuerda, trabajar en tu Inteligencia Emocional te permite reconocer cuando estás experimentado estas situaciones y sobre todo, gestionar de manera más efectiva tus experiencias emocionales para promover tu bienestar.
BIBLIOGRAFIA
Bisquerra Alzina, R. (2009). Psicopedagogía de las Emociones. Síntesis.
Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. Madrid: Kairós.
Hahusseau, S. (2010). Tristeza, miedo y cólera. Bilbao: Desclée de Brouwer.
