La tristeza no es simplemente llorar, es una experiencia emocional que afecta a nuestro estado de ánimo, pensamientos y comportamientos.
La tristeza es una respuesta emocional natural a situaciones difíciles o de pérdida. Aunque a menudo se percibe de manera negativa, cumple un papel vital en nuestra salud mental y emocional.
La tristeza te ofrece un espacio en el que puedas reconocer, aceptar y gestionar la pérdida. Te da la oportunidad de parar, de tener ese periodo de introspección, para así reajustar tu vida y seguir adelante.
¿Y cómo podemos saber si nuestra tristeza es saludable?
A grandes rasgos, podemos distinguir entre 4 tipos de tristeza:

1. Tristeza adaptativa: Es la saludable. Es aquella que aparece para hacer frente a una situación del presente, y en la que el organismo detecta que tiene que bajar el nivel de actividad para procesar y asumir la pérdida experimentada. Con el tiempo se va desvaneciendo sola hasta desaparecer.
2. Tristeza desadaptativa: Es aquella que, a pesar de provenir de una situación real, se mantiene de forma continua durante mucho tiempo y provoca un sufrimiento persistente. A veces sucede cuando no somos capaces de gestionar o expresar la tristeza y se produce un bloqueo emocional.


3. Tristeza patológica: Es aquella que se caracteriza por una sensación de desánimo, falta de interés por todo, llanto descontrolado, etc. Es característico, porque no suele ser congruente lo que se siente con ningún acontecimiento vivido y se percibe como desproporcionado. Es la que suele aparece en los casos de depresión.
4. Tristeza instrumental: Es aquella que se utiliza con el propósito de conseguir algo. Es la utilización de la emoción, pero de forma voluntaria, aunque cierta parte de este tipo de tristeza es sentida con sinceridad. Este tipo se ve muy claro en los niños(as) pequeños(as).

Y no se puede hablar de la tristeza sin mencionar el proceso de duelo.
El proceso de duelo se produce siempre que perdemos algo, no hace falta que sea una gran tragedia, ni perder a un ser querido. Cuando perdemos algo, pasamos por un duelo (piensa en una ruptura amorosa, una mudanza, un cambio de cuidad…). El proceso de duelo puede ser largo o corto, más o menos profundo, pero es importante mencionar que, en general, hace falta transitar todas las fases para superar el duelo.
El proceso de duelo está formado por 5 fases, y no es un proceso estrictamente lineal, es decir, en el proceso iremos transitando por ellas adelante y atrás.
- Negación: Es el primer impacto ante la pérdida, es el shock inicial. Negamos lo sucedido e incluso nos paralizamos.
- Rabia/Ira: Pasado el shock inicial, aparece el enfado y la frustración por lo que nos ha tocado vivir. Buscamos culpables y queremos volver atrás, a como estaban las cosas antes.
- Negociación: Aunque aún queremos volver atrás, empezamos a negociar con nosotras(os) y el entorno. Empezamos a pensar en lo que podríamos haber (o no) hecho, en cómo es la situación actual, etc.
- Tristeza: Es la fase del dolor. Aquí aparece la tristeza en su máximo esplendor para ayudarnos a sanar. Ya somos conscientes de que la pérdida es irrecuperable y aparece la tristeza. En función de nuestra capacidad de gestión emocional nos podemos quedar más o menos tiempo en esta fase.
- Aceptación: Asumimos la pérdida y poco a poco vamos recuperando el control de nuestra vida y nuestras capacidades. Volvemos a vivir a pesar de la pérdida.

A mí me gusta añadir una sexta fase que sería algo así como “la Integración o el Aprendizaje”, ya que hay pérdidas que nos transforman y salimos de esos duelos habiendo hecho grandes aprendizajes. Esta última fase requiere tiempo y trabajo personal.
No hay un tiempo específico para el proceso de duelo, cada persona es diferente y cada duelo es diferente, lo que sí que hay que estar es atenta(o) a no quedarnos encallados en ninguna fase. Si alguna de las fases se enquista y no podemos avanzar en el proceso se puede convertir en un problema, ahí es importante acudir a un(a) profesional de la salud mental para que nos ayude.
La tristeza es una parte integral de la experiencia humana. Al aceptarla y comprender su función, podemos aprender a gestionarla de manera saludable y utilizarla como un recurso para nuestro bienestar emocional.
HERRAMIENTA (11): Gestión de la Tristeza. ¿Cuándo fue la última vez que lloraste?
Lo primero que hacemos al nacer es llorar. Eso ya dice mucho de la importancia que tiene en nuestra biología. Las lágrimas son sanadoras y traen consigo sensación de alivio. Cuando lloramos se reducen los niveles de neurotransmisores cerebrales que fomentan la angustia y se liberan otros que nos dan bienestar, se regulan las emociones, se libera tensión y se oxigena el cerebro.
No sólo se llora de tristeza, también de rabia, de frustración o de alegría. De ahí su gran importancia.
A todas(os) nos han dicho (o hemos dicho alguna vez) eso de “Va, no llores”, sobre todo a los niños. Es habitual en nuestra cultura la represión del llanto y eso es perjudicial, porque aprendemos a reprimir nuestras emociones y después de adultos podemos tener problemas emocionales.
Así que venga, cuando sientas esas ganas de llorar que suben por la garganta, no lo reprimas, déjalo salir. Ponte una peli o música triste y a llorar unos minutos, verás que bien te sienta. Y si eres de los que hace mucho que no llora, recuerda que es cuestión de práctica, hay que enseñarle de nuevo a tu cerebro que llorar no es malo o de débiles.
*Es importante dejar claro que en el momento en que el llanto es habitualmente descontrolado o pasamos periodos muy largos en los que solo queremos llorar, quizá ahí hay algún problema emocional y hay que buscar ayuda de un profesional de la salud mental. Recuerda, todo en exceso es malo.
BIBLIOGRAFIA
Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. Madrid: Kairós.
Hausseau, S. (2010). Tristeza, miedo y cólera. Madrid: Desclee de Brower.
Kubler, E. (2008). La muerte un amanecer. Barcelona: Luciérnaga.
[Imágenes de la película Inside Out de Disney (2014)]
