¿Por dónde empiezo a trabajar mi Inteligencia Emocional?

5–7 minutos

Ahora que ya sabes qué es la Inteligencia Emocional (IE), te debes preguntar por dónde empezar a trabajarla y potenciarla para obtener los beneficios que vimos en el Tip anterior.

Pues bien, para empezar a trabajar en tu IE, lo primero que necesitas es estar en un “mood” concreto. Te invito a que empieces este viaje con:

PLENA CONFIANZA EN TI MISMO/A

El cerebro es plástico y tiene la capacidad de desarrollar cualquier competencia con entrenamiento y constancia. Confía en tu potencial como ser humano.

RESPONSABILIDAD Y PROACTIVIDAD

Toma las riendas de tu vida y céntrate en lo que depende exclusivamente de ti. Todos tenemos lo que llamamos un “Círculo de influencia” (aquello que depende solo de ti) y un “Círculo de preocupación” (aquello que depende de factores externos y escapa a tu control). Si te centras en el primero avanzaras hacia tus objetivos, si te centras en el segundo te estancaras.

FLEXIBILIDAD Y APERTURA MENTAL

Los seres humanos estamos constantemente analizando y recogiendo información de lo que pasa fuera de nosotros, a esta información le ponemos unos filtros (como los de Instagram), llamados educación, cultura, experiencias vividas, etc. Y así construimos nuestra “realidad”. Por tanto, cada uno construye su realidad a partir de su propia visión del mundo. Es decir, tú ves el mundo como tú eres, no como es en realidad. Por eso necesitas flexibilidad mental para poder ver las cosas de otra manera.

Ahora que ya estás en el “mood”, ya podemos empezar. Y el primer paso es, tener consciencia de ti mismo/a. Tan sencillo y tan difícil, ¿verdad?

Esto lo empezamos a trabajar con la primera herramienta que te propuse en el Tip anterior, que se titulaba justamente, “Darse cuenta”.

Tener consciencia de ti mismo/a, es básicamente, darte cuenta de qué sientes, cómo lo sientes, qué piensas, qué y cómo te hacen reaccionar las cosas que suceden en tu vida…Fíjate que no digo entenderlo, digo solo darte cuenta. Para poder comprender, primero tienes que ver.

La clave está en observarte, como si acabaras de conocer a alguien nuevo y vas descubriendo a medida que pasas tiempo con el/ella quién es, cómo es, qué le gusta y qué le disgusta…Y aunque así de entrada te parezca que esto ya lo sabes de ti mismo, te invito a que te observes como si fueras un desconocido, descubrirás cosas que seguro no sabías.

Para poder responder a la pregunta “¿Quién soy?”, utilizamos tres dimensiones de nosotros mismos/as:

EL AUTOCONOCIMIENTO

Es la información que tienes de ti. Te informa de cómo piensas, sientes, cómo te comportas, tus puntos fuertes y tus áreas de mejora, etc. El autoconocimiento profundo puede ser doloroso, porque vemos cosas de nosotros que no nos gustan, por eso muchas veces preferimos no indagar y “si no lo veo, no existe”. Pero lo que es inconsciente, no tiene margen de mejora.

LA AUTOESTIMA

Es mucho más que “quiérete a ti mismo/a”. Tiene que ver con la evaluación que haces de tus comportamientos, emociones y tu forma de actuar en tu entorno y contigo mismo/a. Es todo aquello que hace que internamente te consideres digno/a de ser querido/a por ti mismo/a, sin depender de la valoración de los demás.

LA AUTORREALIZACIÓN

Hace referencia a cuando logras tus objetivos y metas personales por tus propios medios, y de la sensación de satisfacción y plenitud que sientes cuando lo consigues. No se refiere solo a la meta sino también al proceso.

Profundizaremos más en estos términos tan importantes en futuros Tips.

Estos tres conceptos están interrelacionados. Si tienes un buen autoconocimiento puedes definirte y trabajar en ti para mejorar, a la vez te valoras más positivamente y eso te impulsa a sacar todo tu potencial para conseguir tus objetivos y te sentirás autorrealizado/a.

Y es a través de ellos que se va generando nuestro AUTOCONCEPTO.

Las autoras Carmen García de Leaniz y Olga Cañizares definen el autoconcepto como:

El conjunto de elementos cognitivos y evaluativos (pensamientos y sentimientos) que una persona utiliza para describirse a sí misma. Se desarrolla y transforma gracias a los factores cognitivos y la interacción con el entorno, lo que implica que es un concepto vivo, no estático.”

¿Y en qué te influye el Autoconcepto?

  • En tus pensamientos.
  • En lo que dices.
  • En lo que haces.
  • En tus decisiones.
  • En tu capacidad de dar y recibir afecto.
  • En tu capacidad de cambio.

El Autoconcepto también está influido por nuestro entorno. No solo por el lugar donde nacimos que nos dio unas creencias, valores, costumbres, etc, sino también por la información que recibimos de los demás.

Todos tenemos un “Yo Ideal” (lo qué/cómo querrías ser) y un “Yo real” (lo qué/cómo eres), y lo que hacemos constantemente es evaluar la distancia que hay entre uno y otro.

Estas ideas de “yo” están muy influidas por lo que nos dicen los demás. No es lo mismo que nos digan “no sirves para nada” que “eres capaz de todo”. Esto en psicología se llama Introyección, que es cuando hacemos nuestras de forma inconsciente ideas o creencias de otras personas.

Algunos ejemplos comunes podrían ser:

“No te puedes fiar de nadie”

“Los niños no lloran”

“Tienes que encontrar a tu media naranja”

“Para ser feliz debes casarte y tener hijos”

(…) Y muchísimas más.

Evidentemente, esto tiene una afectación directa en nuestro autoconcepto. Por eso es muy importante detectar estas “ideas” que en realidad no son nuestras, para poder desaprenderlas y aprender otras que nos hagan sentir mejor.

¿Y tú, has detectado algunas de las tuyas? Para poder profundizar en todo lo que hemos aprendido, vamos con la Herramienta 2.

HERRAMIENTA (2) : Espejito, espejito…

Cuando nuestra autoestima no está en su mejor momento, mirarnos al espejo es algo que nos cuesta. Pero no hablo de usar el espejo como algo funcional (para asearnos, peinarnos, etc), sino para mirarnos a los ojos y vernos de verdad.

Así que coge un espejo y mírate a los ojos durante unos minutos. Aunque te incomode, aguanta. Y te invito a que respondas a las siguientes preguntas (sin dejar de mirarte) en voz alta: “¿Qué veo?” “¿A quién veo?” “¿Cómo soy? (no solo físicamente)” “¿Qué imagen tengo de mí?”. Seguro que una voz interna empezará a contestar antes, quiero que te fijes también en ella.

La primera vez que hice este ejercicio no hice más que llorar. ¿Cómo ha ido tu experiencia? ¡Cuéntame! 😊


BIBLIOGRAFIA