Beneficios de trabajar en nuestra Inteligencia Emocional

4–6 minutos

Esto de “trabajar la Inteligencia Emocional” suena muy bien, pero… ¿qué beneficios reales tiene?

En los últimos años desde la neurociencia ya se ha demostrado el gran impacto que tienen las emociones sobre la memoria, el aprendizaje y muchas otras funciones específicas del cerebro. Además, cada vez son más los estudios científicos que están demostrando el impacto beneficioso que tiene desarrollar cada una de las competencias de la Inteligencia Emocional (IE).

En próximos Tips hablaremos sobre la diferencia entre emoción y sentimiento, y profundizaremos en cada una de nuestras emociones básicas (alegría, tristeza, ira, sorpresa, miedo y asco) para poder entender cómo gestionar nuestras emociones, en lugar de “controlarlas” o “evitarlas”.

Desarrollar y trabajar nuestra IE (recordemos, todos tenemos una), mejora nuestra calidad de vida y también nuestro rendimiento general.

Ya hay muchos estudios en los que se ha demostrado el impacto de las emociones en la salud física. Se ha comprobado que hay una relación directa entre el sistema nervioso y el sistema inmunitario. A quien no le ha pasado, que en un periodo de mucho estrés se empieza a poner malo/a cada dos por tres. El sistema nervioso es como el epicentro y cuando él no está bien, el resto empieza a fallar.

Pero no solo se relaciona con el sistema inmunológico, se relaciona con muchos otros sistemas de nuestro cuerpo. Como el endocrino o el cardiovascular. Friedman y Rosenman, cardiólogos e investigadores, en los años 50 descubrieron en sus pacientes un patrón de comportamiento muy específico: vivir con prisas y experimentar frecuentemente enfado, hostilidad y agresividad. Vieron que esto les hacía liberar ciertas hormonas que provocaban a su vez problemas cardiovasculares. Así se empezó a demostrar la relación entre el estrés y las enfermedades cardiovasculares que hoy conocemos.

La lista de ejemplos es larga, pero no es cuestión de alarmar sino de saber y hacerse cargo. Porque ¡ojo!, al revés también funciona, es decir, hay estudios que han demostrado los beneficios del optimismo y el humor en la prevención de enfermedades e incluso en mejores pronósticos en la cura de estas.

Trabajar en nuestra IE también nos permite conocernos más y mejorar nuestra autoestima, motivación y confianza, lo que a su vez nos hará sentir mejor y nos sentiremos más capaces de hacer frente a los desafíos de la vida.

De la misma manera, al aprender a gestionar nuestras emociones no nos arrollaran cuando aparezcan y podremos autorregularnos, esto nos permitirá tomar mejores decisiones porque no reaccionaremos de forma tan impulsiva.

Además, el hecho de aprender sobre nuestras emociones nos repercutirá de forma directa en reconocer las emociones en los demás, lo que mejorará nuestra empatía y por ende nuestras relaciones sociales.

¡Imaginaros los beneficios sociales si todos y cada uno de nosotros trabajáramos en nuestra IE!

De ahí mi afán por la Educación Emocional en los colegios. Con mis años de experiencia en el mundo educativo he podido ver el impacto transformador que supone en la vida de niños y adolescentes el desarrollar esto a edades tempranas.

Joseph A. Durlak, de la Universidad Loyola de Chicago, y Joseph L. Mahoney, de la Universidad de Wisconsin, analizaron los resultados que se obtenían en los colegios que se implementaban programas de educación emocional y vieron que no solo aumentaba el bienestar general, sino que aumentaba el éxito académico, reducían los conflictos y los problemas de conducta y mejoraban la convivencia entre los alumnos/as.

Vale la pena, ¿no?

Es muy importante dejar de ver al ser humano como un “Mr y Mrs Potato” (¿os acordáis de aquel muñeco que se le despegaban las partes del cuerpo?), es decir como elementos que se pueden separar. La mente y el cuerpo son uno, no trabajan por separado, lo que le pasa al cuerpo afecta a la mente y viceversa. Piensa un momento, ¿dónde sientes las emociones?

Exacto, en el cuerpo. El problema está, en que a la mayoría de nosotros/as no nos han enseñado a identificarlas o “darnos cuenta de ellas” y por eso muchas veces nos pasan desapercibidas. Y la emoción es la forma que tienes de comunicarte contigo mismo/a, así que imagínate que pasa si no entendemos, escuchamos o identificamos una emoción cuando aparece. Pues que nos estamos ignorando.

Lo bueno de la IE es que nunca es tarde para empezar a entrenarla. Así que vamos allá, con la primera herramienta.

HERRAMIENTA (1) : Darse cuenta

Vamos a empezar por algo sencillo pero muy importante. El “darse cuenta” en el cuerpo. A lo largo del día sentimos muchísimas emociones, pero no somos conscientes.

Lo que quiero que hagas es que alguna de estas veces cuando sientas algo (alegría, rabia o miedo, por ejemplo) pares un segundo lo que estás haciendo y solo sientas. Entonces, intenta fijarte en que parte del cuerpo y cómo lo sientes (presión en el pecho, sensación desagradable en la garganta, tensión en la mandíbula…) y que le pongas nombre y apellido (ej: siento miedo de…, siento alegría por…, siento asco de…).

Así poco a poco tu cerebro se “dará cuenta”, es decir, será consciente. El primer paso de la gestión de la emoción es “darse cuenta” de ella.

¡Practica cada día eh! Y cuéntame cómo te va 🙂


BIBLIOGRAFÍA y WEBFRAFÍA

Estrella R. Orozco (s.f.). Emociones y salud. Obtenido de https://www.monografias.com/trabajos78/emociones-salud/emociones-salud.

Goleman, D. (1995). Inteligencia Emocional. Editorial Kairós.

Goleman D. (2019). El Cerebro y la Inteligencia emocional: Nuevos descubrimientos. B de Bolsillo.

Durlak, J.; Mahoney, J. L.; Boyle, A. (2022). What we know, and what we need to find out about universal, school-based social and emotional learning programs for children and adolescents: A review of meta-analyses and directions for future research. Psychological Bulletin, 148(11/12), 765–782. doi:10.1037/bul0000383

Kandel E. (2000). Principios de neurociencia. Nueva York: McGraw-Hill.


Una respuesta a “Beneficios de trabajar en nuestra Inteligencia Emocional”
  1. Avatar de Sandra
    Sandra

    Qué interesante! Es cierto que muchas veces no les prestamos atención y lo que propones es una muy buena herramienta para poder comprendernos mejor.

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