A estas alturas y después de lo que nos ha tocado vivir en los últimos años, la mayoría de nosotros somos conocedores de la importancia de las emociones en la salud mental.
Nos empiezan a sonar y a ser más cotidianos conceptos como gestión emocional, autoconocimiento, asertividad, etc. ¿Pero realmente sabemos qué quieren decir y su importancia?
Una confesión: muchos de estos conceptos ni siquiera me los nombraron cuando estudié mi carrera de psicología. No fue hasta que me especialicé en Inteligencia Emocional que los descubrí.
Así que antes de profundizar en conceptos más concretos y aplicables en nuestro día a día, hay que definir “Inteligencia Emocional”.
Lo primero que hay que saber, es que llegar a definir el concepto de Inteligencia Emocional no ha sido de un día para otro, sino que proviene de muchas teorías e investigaciones científicas de los dos últimos siglos y sigue en evolución. Aquí solo comentaremos a algunos de los autores, citarlos a todos sería imposible.
Para empezar a definir Inteligencia Emocional, hay que hacer una primera parada en la palabra Inteligencia. Esta fue la primera dificultad. ¿Qué es la inteligencia? ¿Es de nacimiento o se puede construir? ¿Inteligente es aquel que sabe muchas cosas o aquel que toma mejores decisiones y se adapta mejor a las adversidades?
Difícil, ¿eh?
El concepto de inteligencia ha sido foco de estudio para psicólogos, filósofos, antropólogos, etc des de hace siglos, y aún hoy en día se sigue estudiando por su complejidad. Es por esto por lo que existen muchas interpretaciones y definiciones. Veamos una de ellas.
La American Psychological Association define la inteligencia como:
«La capacidad de poner en marcha las funciones intelectuales que permitan comprender y utilizar los procesos necesarios (asociación, memoria, imaginación, entendimiento, conciencia, razón) para adaptarse al entorno, aprender de la experiencia y superar los obstáculos»
Perfecto ya tenemos algo. Funciones intelectuales en marcha para comprender procesos y así adaptarnos mejor, aprender y superar adversidades. ¡Hecho!
Pero… ¿y cómo se mide la inteligencia?
Aquí aparece David Wechsler. En los años 30, elaboró dos medidores de inteligencia, uno para adultos y otro para niños: la Wechsler Adult Intelligence Scalle (WAIS, 1939) y la Wechsler Intelligence ScaIIe for Children (WISC, 1949). Estos siguen siendo vigentes hoy en día y los van actualizando.
Entonces… ¿todos tenemos la misma inteligencia?

Howard Gardner, psicólogo e investigador, dijo que no. Lo que sucedió es que las teorías de aquel entonces no sirvieron en el mundo educativo. Así que hizo un cambio de enfoque: pasar de la perspectiva de una persona pasiva a una persona activa.
Gardner, sin negar el componente genético, convirtió la inteligencia en una capacidad y, por tanto, en una habilidad desarrollable.
¡Un bombazo!
En 1983, Gardner presenta su modelo de las inteligencias múltiples. Define 7 inteligencias: lingüístico-verbal, lógico-matemática, musical, espacial, kinestésico-corporal, naturalista y… ¡emocional! (En 1998, añadió la inteligencia existencial o espiritual).
A partir de ahí se empezó a profundizar y desarrollar el concepto. Con esta nueva visión y juntamente con otras perspectivas ya conocidas (como la teoría de la jerarquía de necesidades de Abraham Maslow que puso de manifiesto la necesidad del ser humano de autorrealización, la psicología humanista de Carl Rogers, Albert Ellis y su teoría de las ideas irracionales o Viktor Frankl otorgándonos la responsabilidad de nuestra actitud ante la vida), el concepto de inteligencia emocional empezó a evolucionar.

Fue en 1990, cuando John Mayer y Peter Salovey presentaron el primer artículo científico sobre Inteligencia Emocional, convirtiéndose en los padres del concepto. Pero como la vida es caprichosa, no tuvieron mucho éxito.
Fue el psicólogo Daniel Goleman quien en 1995 publicó su libro Inteligencia Emocional, (bestseller, por cierto) y consiguió difundir el concepto a nivel mundial.

En el libro, Goleman no solo recogía el modelo de Salovey y Mayer, sino también muchos datos de investigaciones en el campo de las emociones, psicología, neurología y educación.
Es aquí, donde Goleman define la Inteligencia emocional como:
«La capacidad de reconocer, aceptar y canalizar nuestras emociones para dirigir nuestras conductas hacia objetivos deseados para lograrlos y compartirlos con los demás»
A través de esta obra se pudo ver la idea de que la Inteligencia Emocional puede ser incluso más importante que el Cociente Intelectual para conseguir el éxito en la vida. Por eso fue tan popular.
En aquel momento Goleman estructuró el concepto de Inteligencia Emocional, dividiéndolo en dos tipos de inteligencias y cinco grandes competencias.

Entre 1998 y 2007, Daniel Goleman, junto con el psicólogo americano Richard Boyatzis, redefinió el modelo de inteligencia emocional y quedó así:

Hasta hoy en día este modelo es vigente, aunque es importante remarcar que el concepto está en constante evolución.
En España, uno de los referentes en este campo es Rafael Bisquerra, y él añadió unas competencias más al modelo, las competencias de vida y bienestar. Son aquellas como la gratitud, la compasión, la creatividad, etc.
Como habéis podido ver, la Inteligencia Emocional, es un área que abarca muchas competencia y conceptos diferentes. Lo bueno es que todos podemos trabajar y entrenar nuestra propia Inteligencia Emocional, y eso puede transformar la forma de ver, entender y adaptarnos a la vida.
¡Ahora ya estamos listos/as para profundizar en los conceptos clave de la IE!
BIBLIOGRAFÍA y WEBGRAFÍA
Association, A. P. (s.f.). American Psychological Association. Obtenido de https://apa.org/
Bisquerra, R. (s.f.). Rafaelbisquerra. Obtenido de https://www.rafaelbisquerra.com/
Goleman, D. (1995). Inteligencia Emocional. Editorial Kairós.
Salovey, P. y Mayer, J. D. (1990). Emotional intelligence. Imagination, Cognition, and Personality, 9, 185-211.
